sábado, 16 de noviembre de 2013

Pedro Páramo, de Juan Rulfo. Lectura recomendada.



Siempre es dificultoso seleccionar un libro, un buen libro. Hay tantos y tan diversos que uno se pierde en el bosque de la imaginación, de la magia de las palabras. Me resultaría imposible elegir uno. No podría responder a la pregunta: ¿cuál es el libro que más te gusta? Me gustan muchos.
Puesto en el trance de recomendar una lectura, me vino a la cabeza esta pequeña y excelente novela. Su autor, el mexicano Juan Rulfo, no escribió mucha literatura: toda su obra cabe en una caja de zapatos de niño. Pero la calidad, tantas veces, está reñida con la cantidad. Es más fácil llenar un contenedor de páginas muertas que componer una buena novela. A las pruebas me remito.
Pedro Páramo es la historia personal y familiar de su protagonista, que regresa a su pueblo -Comala- tras la muerte de su madre. Tiene cuentas que saldar con el pasado, con su pasado familiar. Es una novela innovadora en muchos aspectos. En el lenguaje, en la organización misma del asunto; es mágica, también es próxima. Se me ocurren dos referencias: una por Comala, el pueblo de los espíritus y del viento. Otra por su influencia en otras grandes novelas en español. Leí antes 'Rayuela' de Julio Cortazar y todavía me pregunto cuánto influyó en el argentino la obra de Rulfo. No tengo la certeza pero sí algunos indicios.
Recientemente, recomendé esta novela a dos mujeres: la curiosidad es que ambas se llaman Zainab. Una es pintora, de origen paquistaní, vive en Chicago (Illinois, USA). La otra es una alumna del Clara, lectora impenitente. Yo mismo le dejaré mi ejemplar de la obra de Rulfo. Casualidades mágicas de Pedro Páramo.
Para terminar, por alguna razón que no llego a comprender, desde el principio relacioné Comala con Essaouira. Ciertamente están lejos. Quizás fuera por el viento: Comala y Essaouira son las ciudades del viento.
La lectura de Pedro Páramo tiene, además, el sabor del castellano de México. Con un vocabulario heredado de sus raíces indígenas. Con un ritmo, con un tiempo dulce como la vida. También inexorable como la muerte.

Pedro Escobar, profesor de Historia.

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